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Descubre los beneficios de la meditación en la montaña

La experiencia de ascender montañas nos lleva a sentir que podemos alcanzar el cielo con la punta de los dedos. El aire puro, el vasto horizonte, el silencio que envuelve, la proximidad de las nubes... nos transportan a una serenidad del alma, lejos del ajetreo de la vida en tierra firme. Las montañas son lugares donde se fusionan el cielo y la tierra, por esta razón, muchas de ellas son consideradas sagradas y su peregrinación garantiza un lugar en el paraíso.

Cuando meditamos, imitamos el silencio y la calma de las cumbres. Recuperamos el peso, la estabilidad y la permanencia de las montañas. Meditar como una montaña es actuar sin hacer nada, permitiendo que florezca la primavera y se marchite el otoño, sin resistirse al calor del verano ni al intenso frío del invierno, sin preferir la cara norte o la cara sur. La montaña simplemente se mantiene ahí, firme en su eternidad, tolerante, aceptando todo lo que existe, sin juzgar a las frágiles flores ni a las espinosas zarzas. Meditar como una montaña es experimentar en lo más profundo que no somos nosotros los que meditamos con orgullo, sino que es el mismo universo quien llena todos nuestros vacíos, y germina, crece, se marchita y muere, solo para renacer de nuevo. Podríamos afirmar que no somos nosotros quienes controlamos la vida, sino que es ella quien nos agita desde adentro y nos envuelve o acoge desde afuera.

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